Hace un Año
Hace un año, todo se oscureció. Un estallido dentro de un cuerpo se hizo presente, sus ojos rojos llenos de lágrimas combinaban con un dolor color carmesí. Cayó al suelo después de recorrer una leve colina y arrastrado por hilos invisibles, su cara contra el pavimento estallaba y tierna sangre manchaba el pavimento, sus labios dejaban marcas rojas de lo que alguna vez fue un beso.
No lo podía creer, se sentía muerto; sus aspiraciones y sus sueños se convirtieron en fracasos instantáneos, su corazón desangrado ya no latía, ya no había amor, un disparo directo mató su ser. Se había ahogado en un mar de sentimientos, no sabía para donde ir, su hogar, su humilde refugio ya no era aquél lugar de paz y tranquilidad; tenía ganas de perderse del mundo, de no aparecer, cualquier acto de cariño que había hecho recientemente se había convertido en su flamante karma.
Su grima era su realidad, su sentencia era nefasta. Él sabía que había sido un ciego sentimental, pero el sólo quería un beso, un único beso... así todo se oscureció; una necesidad humilde como la sed se había convertido en crueldad para ella. Su alma, sus sueños, sus sentimientos, su corazón, sus labios y su mente ya no valían nada.
Añoraba un abrazo pero solo se desangraba al rozar la grava, un remordimiento de haber fallado y de haber amado lo llenaban incesantemente para darle la bienvenida a su nueva vida. El alcohol que quería ingerir no ayudaba a olvidar aquel dolor, nunca quiso ser un mártir pero ese día se convirtió en uno. Cigarrillos llenos de cáncer eran fumados a gran velocidad por el corazón intentando de repararse a punta de nicotina, sus ojos se perdían en un mar de pensamientos inútiles y de sensaciones esquizofrénicas.
Su guitarra y fiel amiga no lo miraba igual ese día, él sólo tenía ganas de ahorcarse con notas y bemoles. El sol no brilló ese día, no existía música capaz de expresar ese detrimento de ser humano en que se había convertido, su mente era aplastada por su tristeza, su corazón no existía. Sus extremidades emanaban el olor putrefacto de la depresión, así mismo expulsaban todo lo rojo que alguna vez su corazón fue, expulsó todo lo bueno que alguna vez sintió por ella.
Amargura su nueva compañía, su nueva forma de respirar, su única forma de intentar detener los sollozos, de detener los recuerdos, de detener su vida. Hace un año la primavera otoñal se convirtió en un invierno perpetuo y mustio, donde aún se puede mirar aquella grava de sangre congelada para darse cuenta que para ella sólo va a ser y fue un día más.
Sergio de Helena
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